En general ni se consideraría la posibilidad de introducir una parte del cuerpo en una prenda cuya forma fuera tan radicalmente diferente, como sucede con el pie y el calzado. Este fenómeno no es de los últimos años, sino que es histórico. El calzado, ha sido un distintivo cultural y social. Podría decirse que existe cierta relación entre el tipo de calzado de una sociedad y las principales patologías del pie. Incluso en la actualidad uno puede ver que el calzado con mayor efecto perjudicial continúa siendo un clásico de la moda. Es habitual la consulta médica por patologías del pie, relacionadas con el calzado inadecuado; si bien es algo más frecuente en mujeres, los hombres también lo padecen.
Muchas de las patologías adquiridas de la porción anterior del pie (dedos y metatarsianos) en los adultos, tienen relación con un calzado mal adaptado.
Dentro de estas se incluyen deformidades típicas como:
Hallux Valgus (Juanete).
Juanetillo de sastre.
Dedos en garra.
Callosidades / queratosis plantares.
Helomas (ojos de gallo).
Alteraciones en las uñas de los pies.
Neuromas.
Metatarsalgia.
Fascitis plantar.
Pero no solo el pie sufre las consecuencias, también se perjudican las piernas, rodillas, muslos, caderas y columna.
No existe un único calzado adecuado para todos. El pie no debe adaptarse al calzado, es el calzado el que debe adaptarse al consumidor, teniendo en cuenta el tipo de actividad, la forma del pie y los antecedentes clínicos.
El calzado habitual (de uso diario) debería reunir las siguientes características:
Las suelas deben tener cierta flexibilidad pero no ser deformables, no deben ser ni demasiado gruesas ni finas (aproximadamente 1,5-2 cm), idealmente confeccionadas con algún material derivado de la goma que permita la amortiguación.
La porción externa de la suela, que contacta con el suelo, debería ser rugosa (grip) para permitir un correcto agarre y la porción interna de la suela que contacta con el pie, blanda y confortable.
Los tacones o talón, deberían amortiguar el impacto de la porción posterior del pie, idealmente anchos para lograr una base amplia de soporte. La altura del tacón no debería superar los 3-4 cm.
La porción superior del calzado (empeine o capellada) debe ser de un material suave y que permitan la oxigenación. Los dedos deben poder moverse dentro del calzado.
Los motivos de consulta son en general el dolor, la dificultad para calzarse y los estéticos (en este último, se desaconseja la cirugía como tratamiento).
Recomendaciones generales a considerar al momento de elegir un calzado:
El tamaño correcto del calzado. El pie debe ser medido en carga (parado) y a última hora del día (el volumen del pie puede expandirse al final del día), con medias que se utilicen habitualmente. Debe existir un espacio aproximado de un través de dedo (el ancho de un dedo de la mano), desde la punta del calzado hasta el final del dedo más largo, con los dedos completamente extendidos.
Los dedos del pie deben poder moverse dentro del calzado.
El tamaño del pie varía a medida que avanza la edad, es necesario medirlo de forma periódica.
No elegir el calzado por la talla reflejada en la etiqueta, hay que elegirlo según el ajuste y sensación que se tiene al probarlo.
Elegir el calzado que se aproxime lo máximo posible a la morfología del pie.
Es necesario probar el calzado en ambos pies. En la mayoría de las personas un pie es mayor al otro, siempre tomar como referencia el pie de mayor tamaño.
No elegir zapatos que parecen demasiado rígidos, esperando que vayan a reblandecerse o ceder con el tiempo.
El talón del pie debe encontrarse cómodo y firme dentro del calzado. Todo el pie debe sentirse firme pero no apretado.
Es necesario caminar con el calzado para asegurarnos de que el ajuste es correcto y las sensaciones son buenas.
Ni las chatitas ni los zapatos con plataformas reúnen las características de un calzado ideal. Las chatitas presentan una suela muy flexible, sin capacidad de amortiguación. Esto implica una sobrecarga de todas las articulaciones del pie y el tobillo, agravado por un tipo de suelo muy rígido en el cual caminamos diariamente.
Las plataformas de gran altura tienden a ser inestable. Para lograr mantener el equilibrio se sobrecargan grupos musculares, generando dolores en miembros inferiores y columna. Este tipo de calzado, aumenta el riesgo de caídas, esguinces y fracturas. Si bien las suelas son muy altas, en general son muy rígidas y no presentan la capacidad de amortiguación.
Respecto a los tacos muy altos, a medida que aumenta la altura del tacón, se altera la distribución del peso del cuerpo en el pie y la porción anterior debe entonces soportar más carga.
Esta distribución anómala, para la cual el pie no se encuentra preparado, genera alteraciones patológicas en los pies, tobillos, músculos de las piernas y muslos, rodillas, caderas y columna. A todo esto se le suma el aumento del riesgo de caídas, esguinces y fracturas.
FIG 1. Se evidencia como a medida que aumenta la altura del taco, se altera el patrón de distribución de carga del peso corporal.
Las zapatillas, si bien hay infinidad de diseños, en general reúnen más características de un calzado adecuado para el uso diario. Hoy en día con la nueva tendencia de deportes como el Running, la industria ha desarrollado zapatillas con muy buenas prestaciones.